CEDER LA FIRMA ELECTRÓNICA: UN RIESGO QUE MUY POCAS PERSONAS SON CONSCIENTES DE ESTAR ASUMIENDO
En los últimos meses, y tal y como comenté en mi anterior post sobre la obligación de realizar la evaluación de riesgos por parte la persona empleadora del hogar familiar, he visto una práctica cada vez más extendida entre personas mayores y familias empleadoras del hogar como es ceder la firma electrónica, las claves de acceso o el certificado digital a un familiar o a una asesoría para que les “ayude” con trámites como la nueva evaluación de riesgos de empleadas de hogar, cambios en la Seguridad Social o cualquier otro procedimiento administrativo.
Lo diré claramente: esto supone entregar un poder amplísimo, prácticamente sin límites, a quien recibe esas claves. No es una ayuda inocente. No es un trámite puntual. Es una carta en blanco.
Con esas claves, cualquier persona puede:
• Acceder a información personal y patrimonial, como pensiones, vida laboral, prestaciones, datos fiscales, notificaciones electrónicas, etc.
• Realizar trámites en nombre de la persona titular sin que llegue a saberlo como presentar impuestos, solicitudes, modificar datos de seguridad social, gestionar altas, bajas y modificaciones de empleadas de hogar, etc..
• Solicitar o modificar prestaciones.
• Cambiar datos bancarios.
• Presentar declaraciones o asumir obligaciones.
• Y, en el peor de los casos, comprometer la responsabilidad de la persona titular sin su conocimiento.
Todo esto ocurre porque el certificado digital se creó para que solo su titular lo utilice. No para que circule de mano en mano.
Es comprensible que muchas personas mayores se sientan desbordadas por la digitalización acelerada de la Administración. Es comprensible que pidan ayuda. Lo que no es aceptable es que el sistema empuje a miles de personas a ceder lo único que les protege jurídicamente, su identidad electrónica.
No se trata solo de seguridad informática. Es un problema social, jurídico y ético que deja a los más vulnerables completamente expuestos.
Ayudar si, sustituir la identidad digital de otra persona, no.
Mientras no se articulen vías seguras de representación, sencillas, accesibles y adaptadas a la realidad de quienes no manejan la tecnología, seguiremos viendo este riesgo creciendo en silencio.
Y conviene recordar que una firma electrónica no es un gesto técnico, es un poder, y un poder no se entrega sin control.
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